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Aconcagua’2001: Campo2-Cerro Aconcagua

publicado en: Aconcagua 2001, Expediciones, Montaña | 0

Hacia la cima del Techo de América

Tras un par de noches en el Campo C2, a casi 5900 metros de altitud, y un frío terrible (el termómetro rozaba por la noche los -25ºC) que nos obligaba a dormir vestidos y con las botellas de agua dentro del saco para evitar que se congelase. Decidimos ir a por la ansiada cumbre.

Fecha de la actividad: 27 y 28 de enero de 2001

Lugar de salida: Campo 2 (5835 m)

Objetivo: Cerro Aconcagua (6962 m)

Desnivel positivo acumulado: 1130 metros

Distancia y tiempo empleado: 7,2 km en unas 16-17 horas

Archivo GPS (con el recorrido, click para descargar): TrackGPS

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27 de enero de 2001

Desayunamos, sin nada de hambre, nos preparamos y partimos en dos cordadas, Alberto y Jorge subirán por el Glaciar de Polacos y Ramón y yo por Falso Polacos (o Travesía Polacos como se llama ahora) a juntarnos con la Normal, con un poco de suerte coincidiremos en la cumbre, lo cual sería fantástico ¡una fiesta!

Mientras Alberto y Jorge salen directos para arriba al encuentro del glaciar, nosotros comenzamos una larga travesía, en la cual se van ganando metros poco a poco.

Primero hemos de atravesar el nevero que separa ambas zonas del Campo 2, los pequeños penitentes del nevero dificultan algo la marcha, pero tampoco es para tanto, vamos lentos, quizá demasiado para acabar de salir de la tienda, pero las ganas son máximas.

Cuando llegamos al otro lado del nevero, Ramón lleva muy mala cara, está pálido y le cuesta dar cada paso, llevamos tan solo unos 45′ de marcha, y le digo de continuar un poco a ver si se va encontrando mejor.

Al poco volvemos a detenernos y la situación no mejora, Ramón dice que se vuelve a la tienda pero, que siga yo. No lo veo, no me parece buena idea, así que nos volvemos sobre nuestros pasos, de vuelta al saco de dormir, con la idea de probar un día más tarde.

Mientras, Alberto y Jorge han ido progresando, las que creemos sus luces frontales se ven bastante altas ya.

Tras dormitar unas horas, ya ha amanecido, salgo de la tienda y subo un poco para tener buena vista del Glaciar de Polacos.

Allí veo que una pareja con la que hemos ido coincidiendo en nuestra ruta del Aconcagua, han colocado la tienda en esa zona, me quedo con ellos hablando, y gracias sus prismáticos vamos viendo el progreso de Jorge y Alberto en la ruta.

Esta pareja, (¡qué pena! hace tantos años que he olvidado sus nombres) argentino él, canadiense ella, tiene idea de subir mañana, les comento que Ramón y yo probaremos también, así que podemos salir juntos.

Alberto y Jorge, poco a poco se van aproximando a la línea rocosa que deja, una vez superada, en una pendiente de nieve que lleva a la zona de cima.

Al rato viene Ramón, me dice que ha recogido su mochila y que se baja a Plaza Argentina, sigue sin encontrarse bien, y prefiere dormir cuanto más abajo mejor. Le insisto un poco, pero está claro que lo tiene más que decidido.

Les pregunto a la pareja si puedo acompañarles mañana, quedamos en que saldremos sobre las 3:30 de la madrugada.

Bajo a la tienda a despedirme de Ramón e insistirle en que se quede a probar mañana, lo tiene muy claro y no hay manera de convencerlo. Lo acompaño un poco, con tristeza lo veo partir.

Vuelvo a subir para ver la ruta del Glaciar de Polacos. Ahora Jorge y Alberto van muy lentos, han progresado poco, les queda poco para alcanzar la barrera rocosa pero, van lentos y el tiempo se les echa encima.

Alcanzan la faja rocosa, el progreso sigue siendo lento, parece que se bajan. Aún así irán justos de tiempo. Bajan lento, pero poco a poco van descendiendo la ruta. Preparo un termo con té y me acerco al pie de la vía, a la cual llegarán exhaustos cuando casi anochece.

Mientras volvemos a las tiendas me van contando la jornada, han empezado muy fuertes y luego, poco a poco la falta de aclimatación les ha ido haciendo mella hasta dejarlos casi vacíos.

Les comento que Ramón ha decidido bajarse a Plaza Argentina y que mañana probaré a subir acompañado de la pareja argentino-canadiense.

28 de enero de 2001

Suena el despertador, ni me entero, he vuelto a dormir de pena y ahora que he conciliado el sueño paso del despertador.

– Ángel, es la hora, ¿estás listo?

– ¡Ostias, me he dormido!

– ¡Mierda, hace muchísimo frío! Vamos tirando, a ver si nos pillas.

Pues si, ¡me he quedado bien dormido! Me visto a toda velocidad, desayuno unas galletas y salgo 15′ más tarde persiguiendo las luces frontales de mis amigos.

Los alcanzo pronto, justo cuando van a cruzar el nevero. Hace un frío terrible.

Seguimos con la ruta, que consiste en darle la vuelta al cerro, partiendo por la cara este, para llegar a su flanco norte y coincidir con la ruta normal de Plaza de Mulas.

Poco a poco empieza a amanecer, el frío es todavía mayor. Mis amigos van cada vez más despacio, ella está helada de frío y le duele la cabeza.

Yo por mi parte voy bien, aunque tengo mucho frío en las manos. Me cambio los guantes, que tantas veces me han acompañado en los Alpes, por las manoplas de nieve que hemos comprado para venir al Aconcagua, y menos mal, si bien notaba los dedos fríos, ahora cuando entran en calor, el dolor se hace casi insoportable.

Al poco, cruzamos un segundo nevero, no nos hace falta ponernos los crampones. Cuando terminamos de cruzarlo me dicen que se van a volver a la tienda, que igual prueban mañana.

Como no estamos lejos del cambio de vertiente decido continuar hasta Piedras Blancas, a ver como me encuentro y si empiezo a ver a gente que suba por la ruta normal desde el Campamento Berlín.

En efecto, al poco rato de cambiar de vertiente aparecen unos zigzags muy claros donde se ven grupos de montañeros.

Desde ahí, poco a poco se va girando hacia el sur, acercándonos poco a poco a las ruinas del Refugio Independencia (6400 m aprox.)

El viento se hace más y más fuerte. Una travesía ascendente, sobre un interminable acarreo, donde podemos ver el Peñón Martínez (6470 m), una aguja de roca en mitad del recorrido, es probablemente el único punto donde resguardarse del fuerte viento.

Al poco nos plantamos en la vertical bajo «la Canaleta«, a unos aproximadamente 6600 metros de altitud. Aprovecho para descansar en «La Cueva«, bien pegado al roquedo.

Desde aquí, un interminable acarreo, por pedrera descompuesta en la que daremos dos pasos para arriba y uno para abajo, nos irá acercando, muy poco a poco a la ansiada cima.

Esta zona se hace eterna, se progresa muy lentamente, el material tremendamente suelto hace el caminar muy tedioso, parece que no avanzas nada. Hay que armarse de paciencia y no abandonarse a la desesperación.

En la parte alta, a unos 6800 metros de altura, me cruzo con un militar, todo vestido de caqui, es un chileno, llamado Walter que me comenta que, literalmente, ha sido abandonado por su grupo, formado por chilenos y argentinos, en un encuentro de confraternización de ambos ejércitos.

De repente se escucha desde la ya cercana cima: – ¡Walter, Walteeeeeeeeer, quieres subir ya! Walter no parece tener ganas de continuar, se sigue lamentando de que su grupo lo haya dejado aquí tirado. Me despido de él y continúo poco a poco a la cima.

Me cuesta lo mío, alcanzo la zona del collado (6850 m), el conocido como Filo del Guanaco, que separa la cima Sur, más baja, de la Cima Norte del Cerro Aconcagua, cuesta respirar, el esfuerzo es muy acusado pero, la cercana cima ayuda a seguir.

Por fin alcanzo la pequeña cruz que marca el punto más alto de América, el Cerro Aconcagua (6962 m). Aquí me encuentro con una docena de militares del grupo de Walter, al cual siguen llamando persistentemente, miro y veo a Walter en el mismo punto en el que me lo he encontrado.

Les pido que me hagan alguna foto, disfruto del momento, no hace mucho frío, según el termómetro que llevo en la funda de la cámara de fotos, marca -3ºC, nada que ver con los -25ºC que marcaba al salir de la tienda esta madrugada.

Son cerca de las 14 horas, me ha llevado unas 10 horas alcanzar el Techo de América, hago alguna foto más y me dispongo a bajar, no me gustaría que se me hiciera de noche antes de alcanzar la tienda.

Comienzo el descenso, en la Canaleta voy parando cada poco rato, el terreno se resbala bajo mis pasos y es difícil descender sin fatigarse al intentar mantener el equilibrio.

La bajada la hago más directa que la subida, aún así me despido de Walter al pasar a su altura, sigue casi en el mismo punto que cuando lo he conocido, creo que no llegará arriba, pues sus compañeros han comenzado el descenso.

Bajar La Canaleta me lleva mucho más tiempo del esperado. Alcanzo la travesía, que bajo el Peñón Martínez me llevará al Refugio Independencia.

Poco a poco, muy poco a poco para ser sincero, voy descendiendo, llego a las Piedras Blancas, veo que voy bastante justo de tiempo.

Cuando cambio de vertiente hacia Polacos, desaparece la gente, me quedo solo en esta gigantesca montaña.

Cada poco tiempo, me tomo un descanso, voy muy cansado. Ya en la travesía hacia el Campo 2, alcanzo el nevero, comienzo a cruzarlo y voy resbalando a cada paso. Me calzo los crampones por primera vez en todo la expedición al Aconcagua. Me lleva un rato atravesar el ventisquero, según recuerdo, mucho más que atravesarlo de madrugada.

Si se mira en detalle, abajo, a mitad de la foto, un poco a la derecha se ven las tiendas del Campo 2.

Al otro lado del nevero, me quito los crampones y paro a descansar, me duermo. Me despierto media hora más tarde, la noche se me va echando encima, no puedo perder más tiempo. Me obligo a continuar, estoy tremendamente cansado, ¡quiero parar ya!

Llego al primer nevero, en este no hacen falta los crampones, ¡menos mal!

Por fin llego a la tienda, en ese momento, unos suizos que llegaron la tarde anterior, y que me han visto llegar, me sacan una taza de té bien caliente. Genial. Me preguntan que tal, me ven muy muy cansado, me dicen que me vaya al saco y que mañana les deje la taza en la tienda. Se lo agradezco nuevamente y me despido de ellos.

Son cerca de las 21 horas, me ha llevado unas 6-7 horas el descenso, mucho más de lo previsto.

Me meto en el saco y me quedo dormido, ni siquiera me caliento la cena. Creo que nunca he estado tan cansado en mi vida.

29 de enero de 2001

Al día siguiente, desayuno y recojo, antes de partir busco la tienda de mis amigos argentino-canadienses, no está, doy por hecho que han desistido de hacer cima y han emprendido la vuelta (en el base así me lo confirmaron).

Comienzo a bajar, nada que ver con el ascenso, se baja rápido. En poco más de 1 hora llego al Campo 1, busco alguna de nuestras tiendas, no están, creo que si llegan a estar, hubiese pasado una noche allí, sigo muy cansado.

Bajar a Plaza Argentina, me lleva mucho más tiempo, voy parando a menudo, me pongo de excusa que quiero hacer alguna foto, pero la verdad es que estoy vacío, no me queda nada de energía.

Por fin llego a la vertical del Campo Base, veo que Ramón, Alberto y Jorge suben a mi encuentro. Nos damos un buen abrazo, me preguntan si he hecho cima, me dan la enhorabuena.

Ramón, Jorge y Alberto

Paso por el puesto de carabineros, informo que estoy entero y de que he hollado la cima. Por fin llego a la tienda, me vuelvo a dormir.

Esa tarde, compartimos cena con los guardaparques y los porteadores argentinos que hemos ido conociendo estos días, son muy buena gente. Alberto se marcó un estupendo arroz e incluso improvisamos una tortilla de patatas, probablemente la mejor tortilla de patatas que se ha hecho nunca en Plaza Argentina.

30 de enero de 2001

Al día siguiente nos despedimos de los «habitantes de Plaza Argentina» y nos vamos para abajo, la idea es dormir en Pampa de Leñas, pero está bastante lejos y no tenemos muy claro si llegaremos.

Hay que cargar las mulas, nuestro arriero ha sido muy puntual, quedamos con él en Pampa de Leñas, somos muy optimistas.

Las bajada, larga, larguísima pero por terreno conocido se hace llevadera en un primer momento. Recuerdo que soplaba un fuerte viento que arremolinaba la tierra a nuestro alrededor.

Bajamos a la eterna «playa» que nos acercará al barranco del Río Relinchos. Antes de entrar en la zona del barranco nos paramos para ir echando uno de los últimos vistazos al Aconcagua.

Hoy baja menos agua, conseguimos no mojarnos demasiado. Salimos al Valle del Río Vacas, que ya no abandonaremos hasta que nos recojan para llevarnos a Mendoza.

Seguimos el descenso, empezamos a ser conscientes de que se nos echa el tiempo encima e igual no somos capaces de llegar a Pampa de Leñas.

Se nos hace de noche, al final decidimos dormir en el camino, calculamos que estamos a una hora del refugio de los guardaparques, pero no queremos arriesgar.

A la mañana siguiente, recogemos y bajamos a Pampa de Leñas, el arriero ya se ha marchado, ha dejado dicho que nos dejará las cosas a la entrada del Parque.

Casi sin detenernos, excepto para que nos apunten en el registro seguimos nuestro descenso hacia la entrada del Parque. Donde encontramos nuestras cosas y tras un rato de espera suben a recogernos para conducirnos a Mendoza. Aunque no llegamos allí, de primeras hicimos una parada en la base de Rafting de Potrerillos pero, esa es otra historia.

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